lunes, 26 de enero de 2009

CAPÍTULO X "LA DANZA DE LAS SERPIENTES” POEMAS XVI, XVII y XVIII

El poeta Florencio de la Sierra, continuando con la creación literaria "LA DANZA DE LAS SERPIENTES, en los poemas que a continuación describimos nos llena de tristeza, donde el poeta presume su muerte, y la dá como un hecho despidiéndose, cuya jornada dará un empuje dentro del campo agrícola, dice el que la siembra multiplicará la semilla y será fértil con la lluvia, y la malvada tuberculosis no desfilará en el cortejo a la morada del cementerio. Sigue su trajín y nos cuenta de tres hermanos: El músico que es la antena de la alegría; el escultor que es la abeja laboriosa, cuyos dedos de barro antiguo labran la miniatura mas perfecta; y el pintor ¡cuál niño travieso! con cuyo pincel plasma la imagen de montañas y se divierte trazando a cada instante hasta el albergue mas pequeño donde reposa el guardián de las estrellas. Prosigue en su contante caminar buscando alguna página de un libro, y una vez mas separa distancias donde hace conocer que no pertenece a la burguesía, detesta los alardes de blasones y "títulos de categoría", y desprecia las trincheras que solo son una carnicería, él, ama al labriego que surca la tierra, con cuya paz repleta los surcos de mieses y nuevamente marca distancias con los llamados "genios", que besan la cruz sin escrúpulos, y solo es una farsa vampiresca de chacales hambrientos que muestran los colmillos con pústula para herir al miserable obrero. Finalmente el poeta Florencio de la Sierra, confiesa que le gusta vivir lejos de la jauría burocrática que son frágiles mariposas que por el placer se ofrecen al mejor mercader, y son solo una carne muy trajinada. Leamos :


XVI

ASÍ pienso entre las sombras de la noche
para cuando llegue al rincón
señalado por la ternura del silencio,
me iré, pero sin llevarme nada,
sin llevarme el cieno enloquecido,
de cierta gente atormentada...
que delira un cielo de grandeza,
sin esperar que el canto de los gallos
celebren las faenas musicales de la mañana.

Crece el fluido de mi esperanza
con las hormigas de los campesinos,
aquellos hitos de la Tierra y los árboles
cuando a pulso limpio amanecen
roturando el secreto de los siglos.

Al empuje recio de esta jornada
crecerá el rumor de las fábricas,
la siembra multiplicará la semilla,
y será tan fértil como la lluvia.
Entonces: la tuberculosis no desfilará
en cortejo de blancos recuerdos
a la morada gris del cementerio.


XVII

ASÍ prolongo el trajín de mis días
y los canto con la trilogía de mis hermanos:
del músico, el escultor y el pintor.

El músico es antena de alegría
por circos y conventos,
tañe el carnaval de la vida,
en cada cuerda afinala canción de un arroyo,
la eufonía de un trino.

El escultor es la abeja más laboriosa
que señala la leyenda de los siglos.
De él cuenta la historia de los gentiles
que Jehová en la posada de la arcilla
una madrugada de golondrinas olvidó.

Desde entonces con el pincel
de sus dedos de barro antiguo,
labra la miniatura más perfecta.
En ella no solamente cabe,
el canto de un pájaro sin nido:
Anida también la mirada azul del cielo.

El pintor es el niño más travieso,
con la gracia del viento
jamás lo puedo igualar:
dibuja la inocencia del agua,
aquella infantil criatura
que también por las acuarelas del Mundo,
la canción de los árboles corre cantando.

Plasma la imagen de las montañas,
se divierte trazando a cada instante,
el jolgorio de los hombres...
y no se cansa de pincelar
el albergue más pequeño,
donde no solamente reposa
el pastor del silencio,
el guardián de las estrellas.


XVIII

PROLONGO el afán de mi diario caminar,
buscando en la página de cada libro
los hitos del hombre universal.
No soy hombre de alcurnias perfumadas.

No hago alarde de "categoría intelectual..."
por que no soy afiche del terco mercader
para buscar en la ruta de los años,
la raíz de blasones fenecidos,
y saber de qué latifundio he venido
a adueñarme de la inocencia del pueblo.

No soy incendiario:
amo el amanecer de cada libro.
En el rumor de cada página
encuentro el vigíamás grande de los siglos.

A cada instante me encontrarán
con el hombre que detestala carnicería de las trincheras,
y me encontrarán con el labriego
que ama la paz de los surcos,
repletos de miesesy de canto de jilgueros.

Y jamás me verán con la polilla
endurecida, agorera del usurero,
aquél zángano que mirando al cielo,
en nombre de la imagen de Cristo,
sin recelo besa la Cruz
y sin escrúpulos vivede la angustia,
miserable del obrero.

Detesto a la farsa de los genios...
de la vampiresca y circense figura,
cual chacales hambrientos de hacienda,
al pastor, aullando a cada instante,
con la pústula de los colmillos
sin escrúpulos amenazan herir.

Me gusta vivir, lejos de la jauría
burócrata astuta y venal
que a manera de ciencia,el virus de la ignorancia,
ofrecen como fruto del saber.

Y estoy ausente de las frágiles...
ardientes mariposas...
que alarde hacen de decencia,
cuando si la rosade la carne trajinada
por el placer alcohólico de los años,

Estimados amigos, el poeta Florencio de la Sierra, cada vez nos introduce en su fina creación, que con ágil pluma plasma su sentir del dolor y la tristeza del campesino frente a la dura realidad en que vive compartiendo su miseria junto al explotador.Guillermo Gonzalo Sánchez Achutegui

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